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La valoración

Califico mi experiencia personal  de 1 a 5 en cuanto a comida, servicio, ambiente y relación costo/beneficio 

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Comer como reyes

Nota: este restaurante cerró sus puertas en enero de 2018

Château Bistrot

El Nogal

Calle 78 # 8 - 18

Comida francesa

La sazón: 4,4

La atención: 4,4

La ambientación: 4,2

La relación costo/beneficio: 3,7 Precio promedio por persona: 70 - 100 mil pesos

Entrar a este lugar es una experiencia casi mágica: ¿quién se imaginaría una torre de castillo en medio de una calle bogotana? Este lugar, antaño hogar de la familia Samper, es ahora una casa de conservación que comparte el restaurante con un spa. Al renovarla, le añadieron el lounge exterior: un salón de paredes vidriadas con un techo alumbrado y ondulante, incontables plantas y cómodos sillones. Dentro, la iluminación suave y los confortables asientos logran un ambiente acogedor.

Nos emocionó saber que el chef no es nadie menos que Gilles Rebierre, reconocido por sus preparaciones clásicas francesas y que antes tenía el restaurante Donde Gilles que algunos de ustedes probablemente conocieron.

Cuando nos dijeron que ofrecían cocteles de autor, no lo pensé dos veces. Elegí Le Magnifique (34.900) que logra un juego de sabores muy completo por lo frutal de la manzana, el ácido de la naranja, la fuerza del cognac y lo áspero del jengibre. Luego probé el Hendrick’s Prepared Berry (36.900), un fantástico gin tonic con almíbar artesanal de frutos rojos. No obstante, comentaré (como ya lo he hecho con muchos otros sitios) que no estoy de acuerdo con que los cocteles tengan precios tan elevados y puedan costar más que los platos fuertes.

Para iniciar, compartimos El Plato Mediterráneo (50.500 para dos personas/71.500 para tres) que traía unos espectaculares camarones a la pimienta, calamares al ajo, mejillones muy consistentes, pimientos de piquillo que se deshacían en la boca, un poco de pulpo al vapor con papas y zuchinni.

Después pasamos a los platos fuertes. C pidió el Atún asado (35.000), que venía con una contundente costra de pimienta. Nos encantó que la carne tuviera los bordes casi tostados y el centro muy tierno: es un atún completamente diferente a los que sirven en el resto de la ciudad. Los vegetales que lo acompañan son simples pero de gran sabor.

X eligió el Conejo a la Dijonnaise (36.900), con una salsa tradicional muy cremosa y cebolla crujiente encima. Últimamente se ha puesto muy de moda el conejo y creo que este es uno de los sitios en los que vale la pena probarlo. Además, este plato viene con una ratatouille maravillosa: cada vegetal se saltea aparte, lo cual permite que los sabores de cada ingrediente se diferencien y, que igualmente, puedan ensamblarse en una rica mezcla aromática.

Yo, por supuesto, tuve que irme por el Lomo a la piedra (36.900), mi plato favorito en el anterior restaurante de Gilles. Y, de nuevo, la experiencia fue impecable. Preparan el lomo durante muchos días, y resulta tan suave que ni siquiera tienen cuchillo para carnes. Lo mejor de todo, es que viene en una plancha de piedra caliente en la que uno puede asar la carne cuanto quiera y escoger su término predilecto, sin que jamás se pierda la jugosidad. Viene con dos mantequillas distintas, de hierbas y de mostaza, que le dan un toque espléndido.

Como esta noche se debía clausurar con aún más abundancia, probamos la Sinfonía de postres (26.000), una bandeja con bocaditos de todos los postres del Château. El mousse de chocolate era semiamargo y de textura aterciopelada; el flan muy consistente y con un excelente caramelo, entre dulce y amargo; el parfait de avellana era dulce, frío y cremoso; el soufflé, perfumado y espumoso; la crema catalana era delicada y venía con una buena capa de azúcar caramelizada; las ciruelas al vino tinto se sentían fragantes y complementaban al helado de canela; finalmente, los profiteroles eran acolchaditos, tenían una deliciosa crema pastelera y estaban bañados en chocolate semiamargo.

 
 

Quedé muy complacida con este restaurante, pues el servicio fue excelente, los sabores habían sido muy especiales y refinados, y el ambiente me pareció muy grato. Fue por esto que, a los pocos meses, me animé a volver.

De nuevo, comenzamos tomándonos un coctelito en el lounge. El Patrón Citrus Fresh (34.900) de J era ácido al inicio, pero luego dejaba un sabor entre amargo y dulce: había un buen balance entre el tequila, la vainilla y los cítricos. El Mojito Royale (36.900) fue grato y refrescante; además, el brut le daba un buen toque espumoso.

De entrada nos recomendaron el Paté de la casa (13.500) preparado artesanalmente con ingredientes frescos y de magnífica calidad. Tenía una consistencia firme, la cantidad adecuada de grasa, y hacía excelente matrimonio con las cebollas caramelizadas, el tomate y la gelatina de vino.

También nos sugirieron los Calamares salteados (16.500) en los que se entrevera la potencia del ajo con lo cítrico. Se sentía un leve sabor a parrillado y la textura era extraordinaria: una carne blanda con una cubierta ligeramente crocante. Nunca en nuestra vida habíamos probado unos calamares tan exquisitos.

Uno de los platos fuertes fue el Coq au vin (32.900). Cuando lo trajeron, nos contaron que en el anterior restaurante de Gilles era el plato más peleado: la gente llamaba a reservarlo porque se agotaba. El pollo era firme, y la salsa mezclaba contundentemente el vino, la cebolla y los champiñones.

El otro fue el Magret de pato a la piedra (58.200): un plato muy entretenido, ya que uno mismo asa la carne, al igual que el lomo de la visita anterior. La carne del pato es compacta y gruesa; casi no necesitamos de las mantequillas porque su propia grasa era suficiente y, encima, es muy sabrosa. Este plato fue uno de mis favoritos del año pasado (como pueden ver en mi Top 12 del 2016).

Concluimos nuestra fantástica cena con un Mousse de chocolate con café (9.900) y otro de chocolate semiamargo. Una vez más, un final espléndido.

Este restaurante es un verdadero canto a la opulencia. La comida tiene sabores auténticos franceses, muy intensos sin ser abrumadores. Asimismo, en cada plato se siente la dedicación y el esmero. Si uno quiere comida tradicional francesa, Château Bistrot es, sin duda, el lugar que se debe visitar.

Calificaciones de los otros comensales

C: 4,7

X: 4,5

J: 4,9

Tips viejecitos​

  • ¡El lounge es una zona para fumadores!

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