El asado golpea con su aroma en la puerta
El Bardo
Zona G
Calle 69A # 5 - 59
Cocina árabe
La sazón: 4,9
La atención: 5
La ambientación: 4,9
La relación costo/beneficio: 4,2 Precio promedio por persona: 60 - 80 mil pesos
El Bardo, ubicado en la Zona G, se convirtió muy rápidamente en uno de mis sitios favoritos para comer en Bogotá. Lo primero que cautiva es el espacio: por la pared pasa un enrejado de hierro con patrones y arabescos sobrios, elegantes; igualmente, las sillas se mantienen dentro de la misma paleta de colores terrosos. Todo esto, junto con los acentos dorados y metálicos, le brindan al lugar esa armonía que solo se logra con una gran atención al detalle y al diseño.
Desde que llegamos con J la atención fue increíble, todos estuvieron pendientes de nosotros y fueron muy cordiales en el trato. Mientras nos sentábamos, nos ofrecieron las Mieles de la Casa, sus bebidas insignia hechas a base de fruta, hierbabuena y hielo macerado con miel de abeja. Probamos la de maracuyá y la lulo, ambas deliciosas y refrescantes.

De plato principal pedí el Bardo Steak sobre hummus (36.000) acompañada de tabbouleh de quinoa. La entraña estaba tierna y jugosa, decorada con chermoula de menta (algo similar al chimichurri) y almendras tostadas, sobre una cama de hummus. Las diferentes consistencias, tonalidades y sabores hicieron de este corte de res una magnífica experiencia. El tabbouleh estaba exquisito: en casa intento hacerlo a mi manera y me gusta, pero este es el mejor que he probado: me dijeron que “el secreto es no usar cebolla”, y pienso ponerlo en práctica.

J eligió el Pollo marroquí (36.000) rellena de aceitunas, uvas pasas y tomates, y guarnecido con papas picantes. La pechuga de pollo, aunque sencilla, se ajustaba al gusto de J quien, sin conocer mucho de cocina árabe, pudo apreciar el giro y la sazón de comida árabe en algo más conocido para él, como es la idea tradicional de parrilla con carne y papas fritas. Quedamos súper contentos con nuestras elecciones, lo cual me alegra ya que el restaurante apela tanto a los fanáticos de recetas libanesas, como a los amantes de la carne parrillada sencilla.
La sobremesa fue de los mejores momentos que pasamos, tomando té y aspirando tabaco de una sofisticada narguile de diseño minimalista. Estas pipas se pueden pedir a la mesa si se desea y complementan perfectamente el final de la comida para quien disfruta de ese tipo de experiencia. Acompañados por la charla y compañía amenas, fue una gran manera de terminar la tarde.
Finalmente llegaron los postres. Baklava con helado (19.800), una deliciosa torta hecha con masa filo y nueces trituradas, endulzada y adherido con miel, y Pie de Limón (9.000) hojaldrado. De nuevo, un excelente ejemplo de platos autóctonos árabes y otros más familiares para que todo tipo de comensal pueda ordenar y disfrutar.
La verdad es que El Bardo ofrece una experiencia única comparado con otros lugares especializados en comida árabe. Este restaurante tiene su propia personalidad y visión, y con su asequible menú del día no hay excusa para no visitarlo. Hay muchas carnes y platos que me quedé con las ganas de probar, por los que muy seguramente regresaré.
Calificaciones de los otros comensales
J: 5
Tips viejecitos
Los platos vienen con poemas impresos, así que disfrútenlos. De hecho, para ir con el tema del restaurante, titulamos esta reseña con versos de la Oda al tomate de Pablo Neruda.