Se acabó la pelea
Nota: este restaurante cambió de sede en 2015 y cerró definitivamente sus puertas en diciembre de 2018.
El Ciervo y el Oso
Chapinero
Cra. 8 # 40B - 18
Cocina de autor, vegetariana
La sazón: 5
La atención: 4
La ambientación: 4,8
La relación costo/beneficio: 4,6
Precio promedio por persona: 20 - 25 mil
El Ciervo y el Oso está ubicado en un lugar que me gusta llamar el Andén 9 y ¾ : como en Harry Potter, parece que no existiera y sólo aparece ante la mirada de algunos. Esta zona está abarrotada de restaurantes, en su mayoría, corrientazos y comida rápida, así que creo que este lugar sí le aporta un nuevo aire.
Tengo entendido que hasta hace muy poco, el menú constaba solamente de un especial del día y estaba dividido entre Ciervos (vegetarianos) y Osos (omnívoros), pero la semana pasada me entregaron una carta con numerosos platos, entre ellos, tabule andino, ravioli de zucchini y poteca, fish y arrayuca, tacos de posta y aborrajaos.
No obstante, por el bien de mi bolsillo –su abuelita de verdad se está quedando pobre– decidí irme por el original e inigualable Especial del día que, esta vez, era Pollo ahumado en casa (o croquetas de quinoa) con arroz cremoso de tomates rostizados, vegetales asados y ensalada de cubios encurtidos acompañados de agua de azahar (18.000).
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Los platos, en una vajilla idéntica a la mía, no demoraron en salir y a la vista ya se podía intuir lo deliciosos que iban a estar. No dilaté en probar bocado: en mi opinión el arroz era más líquido que cremoso, lo cual no es exactamente malo: de hecho, me encantó, los tomates rostizados resaltan de inmediato, el arroz era suelto y ligero y todo confluía perfecto. Al comienzo, dudé mucho del sabor del pollo, pues era bastante fuerte y tiznado, pero con el tiempo le empecé a coger el gusto.
Sin embargo, preferí el plato de mi vegetariana amiga CC. No puedo describir las croquetas de quinoa más que con la palabra umami: sé que si lo buscan, van a entender a lo que me refiero. Contrario a lo que me esperaba, la ensalada de cubios encurtidos estuvo excelente: la verdad sólo había probado este tubérculo en sopas (esas que me hacían cuando pequeña) y me parecía desagradable, pero este acompañamiento tenía un sabor sutilmente ácido que refrescaba mucho. No sé cómo debe ser el agua de azahar, entonces no haré ningún juicio al respecto, sólo quiero decirles que sabía a limonada.
Luego de comer –mi cabeza se nubla con el hambre– alcé la mirada para observar el decorado, que oscila entre bodega y casa de abuelitos. El diseño es simple y con eso, creo que basta: no se las dan de finos (¿para qué?) pero sí insisten con su tema, el ciervo y el oso, de manera muy detallada. El sitio está dividido en dos: una parte “adentro” con techo más bajo, y otra “afuera” con techo alto y luz natural; en medio de estas se encuentra la cocina. Cuando pasé por ahí, noté de inmediato que los cocineros trabajaban con mucho esfuerzo pero eso no evitaba que se divirtieran entre ellos; creo que esto logra que el ambiente sea descomplicado y familiar.
Del servicio no diré mucho: es perfecto para lo que el lugar necesita. La mesera fue completamente amable, paciente y diligente y no puedo pedir más que eso. Es segurísimo que voy a volver a El Ciervo y el Oso para degustar más platos vegetarianos, esos tacos de posta que tanto me llamaron la atención y, por supuesto, todas las bebidas alcohólicas que la última vez no probé.
Estoy de acuerdo con mi amiga CC cuando dice que en Bogotá no hay casi lugares donde vegetarianos y carnívoros puedan compartir: siempre la atención se va a un lado o al otro. El concepto de este restaurante me parece muy valioso en cuanto a eso, pues todos pueden disfrutar sin tener que sacrificarse.
Calificaciones de los otros comensales
CC: 5
Tips viejecitos
Si van con el bosillo medio apretado, les aseguro que quedarán satisfechos con el especial del día y no tendrán que comprar nada adicional.
Traten de ir antesitos de la 1, a esa hora todos los estudiantes salen a almorzar y el "túnel" se vuelve Jumanji.
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