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La valoración

Califico mi experiencia personal  de 1 a 5 en cuanto a comida, servicio, ambiente y relación costo/beneficio 

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Quien no sabe de abuelo, no sabe de bueno

Mesa Franca

Chapinero

Carrera 6 # 55 - 09

Cocina colombiana, de autor

La sazón: 5

La atención: 5

La ambientación: 5

La relación costo/beneficio: 4,7 Precio promedio por persona: 60 - 80 mil pesos

Es curioso que aún no hubiera escrito una reseña sobre Mesa Franca ya que fue, sin lugar a dudas, el restaurante que más recomendé en 2017. La razón de esto es que solo lo había visitado una vez, pero salí tan maravillada que no podía creerlo. Sin embargo, tuve que volver para confirmar mi sospecha de que este es uno de los mejores lugares que tiene Bogotá actualmente.

Chapinero se ha convertido en un centro gastronómico este último año y lo que más me gusta es que se les ha dado un nuevo uso a las antiguas casas del barrio. Mesa Franca queda en una formidable casa esquinera y su interior está completamente remodelado; su onda va por lo rústico e industrial, pero con un toque refinado que pocos poseen. Tiene un salón principal muy acogedor, una barra moderna y una terraza que promete ser muy amena.

Detrás del concepto de Mesa Franca están Iván Cadena, quien fue sous-chef en Central en Lima (5to en los 50 Best Restaurants), como chef; María Paula Amador como sommelier, y Tom Hydzik como maestro coctelero. Este lugar aprovecha los ingredientes y platos de nuestro país para luego darles un giro creativo.

La primera vez que los visité, comencé mi experiencia con un Uchuva Spritz (26.000). Este pequeño coctel, que lleva vino espumante, es un gran aperitivo. Los otros comensales decidieron pedir las gaseosas de la casa (5.000), una súper opción para aquellos que no toman alcohol.

Iniciamos con las Empanadas de brazo de cerdo y fríjol (16.000), las cuales no cambiaría por nada del mundo. Su corteza es una de las más crocantes que he probado y, además, ¿a qué genio se le ocurrió meterle fríjoles a una empanada? La carne también es deliciosa y muy suave, y el ají chirere es el que le da ese último, contundente golpe.

Continuamos con el Pulpo (29.000) que tenía una textura casi de chicharrón, aunque en su interior aún guardaba algo de jugosidad. El chimichurri de remolacha no me sorprendió por sí solo, pero aporta un hermoso color y le daba un toque agradable a la crema de yuca y a las yuquitas fritas. También compartimos el deslumbrante Encocado Mesa Franca (25.000): el arroz soplado es el complemento perfecto para este poderoso caldo de cangrejo y coco, que viene acompañado de unos suculentos camarones.

Después, quisimos neutralizar estos fuertes sabores con los Agnolotti de mazorca (28.000). Aunque el sabor de la pasta era algo plano, el chorizo santarrosano le brindaba el empujón que le hacía falta. Por otro lado, la salsa de hogao confitado y las habas que vienen en este plato, evocan el delicioso cocido boyacense. Nuestro último fuerte fue el Bife Ancho (36.000), una carne jugosa y de buen sabor, acompañada de una suerte de aioli de chimichurri, unas papitas fritas buenísimas y una ensalada que no resaltaba mucho.

Terminamos con la sutil Tartaleta de banano (13.000) excelente para los amantes de las frutas, y unos increíbles cafés de Azahar. Me gustaría resaltar que, desde que llegamos hasta que nos fuimos, los meseros estuvieron muy atentos y eran excesivamente amables con todas las mesas. Esto, además de la selección musical, permite que el ambiente se sienta amistoso y relajado.

 
 

Aunque me tardé, sabía que tenía que regresar a Mesa Franca por esas empanaditas que, por supuesto, volví a pedir y ¡me parecieron incluso más ricas de lo que recordaba! Estoy que les hago un altar, en verdad.

Esta vez, empecé con el coctel Smoke N’ Fire (35.000) que lleva mezcal, pimentón ahumado, limón y un hielo picante que va impregnando el trago poco a poco. Me gustó porque era una bebida con carácter y crea un juego interesante con los sabores salados. Esta bebida era, como quien dice, chiquita pero picosa (y recalquemos lo de chiquita, sobretodo). Y más tarde, para acompañar los platos fuertes, elegí el Ron Mule (25.000), un coctel ligero y de sabor medio anisado.

Aquel día, el restaurante tenía un especial que nos atrajo un montón: unos Langostinos (40.000) riquísimos, con un encurtido acidito de mango y pepino, aguacate, su fabuloso arroz crocante y ají amazónico. Este plato tenía mucha sazón y la carne estaba fenomenal; entonces, si un día se los ofrecen, no duden en pedirlo.

Compartimos también la Panza de cerdo (29.000), que me dejó con la boca abierta. La carne es grasosa, pero mantiene una buena consistencia y es absolutamente exquisita. La cama de ají de maní y peras caramelizadas es como un hummus complejo y umami, y la rúgula equilibra el plato por su frescura y acidez. Gran acierto del menú.

En ese momento, C y yo ya estábamos bastante llenas, pero no me quería ir sin probar un postre. Me llamó la atención la Dona (13.000) y no me equivoqué: lo mejor de todo fue la masa, tan suave que se confundía con su interior de crema inglesa. A pesar de tener arequipe y coco, me asombró que no fuera hostigante. El helado de vainilla también me agradó: es caserito y combina adecuadamente.

Hasta ahora, no conozco a la primera persona que no le haya descrestado Mesa Franca. Este es un restaurante que, sin pretensiones, brinda comida muy creativa, deliciosa y de altísimo nivel. Así que les sugiero ponerlo de primeras en sus to-do lists, o incluso reservar una mesa para mañana.

​Calificaciones de los otros comensales

C: 4,8

B: 5

Tips viejecitos​

  • Mejor reservar que lamentar.

  • Tienen carta de vinos, no duden en pedir recomendaciones.

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